Chakra Cardíaco

o Anahata

La energía que representa a este chakra, guarda relación con el elemento aire. Los órganos asociados son: el corazón, los pulmones y la glándula Timo, también se lo asocia con brazos y manos. La misión del cuarto chakra consiste en integrar y equilibrar los diversos aspectos de nuestro ser.

El chakra cardíaco es el centro del amor, es en el corazón donde espíritu y materia realizan su fusión. El amor que experimentamos en el plano de este chakra es claramente distinto del amor-pasión-sexo que corresponde al segundo chakra. El amor sexual va orientado al objeto: estimula y dicta la pasión la presencia de una persona, lugar o cosa, faltando la cual queda vacía. En el cuarto chakra, el amor no está vinculado al objeto, es un amor que irradia hacia todo lo que sale al paso, porque se siente dentro como un estado del Ser.

En contraste con la naturaleza cambiante del segundo chakra y sus pasiones transitorias, el amor del corazón es por esencia duradero, eterno y constante. El amor es una fuerza unificadora. Hace que las cosas se atraigan y las mantiene en relación. Ante todo, se trata de concebir el mundo en términos de relaciones. Esto exige la comprensión y la práctica del equilibrio en nuestro fuero interno, entre la mente y el cuerpo. El amor es el sentimiento profundo de afinidad espiritual. Es la conexión con una profunda verdad fundamental común a toda vida y que todos compartimos. Es el amor quien nos mantiene en relación. Es el fundamento de lo que somos. El nivel de conciencia del cuarto chakra percibe el mundo como una intrincada red de relaciones, consolidada por la fuerza del amor y su equilibrio. Hay que buscar el equilibrio entre el amor y la individualidad, lo que significa sacrificar un poco de ambas cosas. Para mantener nuestro equilibrio nos es preciso alcanzar el entendimiento de todas nuestras partes. Y eso es algo que no se consigue por la vía intelectual, sino que proviene de una experiencia dinámica de nuestro centro, es decir del corazón, que lo organiza todo y lo equilibra orgánicamente, siempre que se le conceda la libertad para hacerlo.

El aire simboliza la libertad. Cuando nos aferramos demasiado a lo que amamos le causamos una sofocación, que es como privarla de aire. Nosotros somos una combinación de muchas partes, y nuestra verdadera fuerza, o nuestro poder, radica en la unidad y la armonía de esas partes. Solo entonces somos capaces de darnos eficazmente a los demás. Cuando esas partes se hallan sintonizadas con el centro, el corazón del organismo, también sintonizan las unas con las otras y entran en un estado natural de afinidad. Sanar significa volver al estado de integridad. Puesto que este chakra es el integrador y unificador, se infiere que también tenemos ahí el centro de la sanación. Y en efecto, el amor es la fuerza sanadora definitiva. 

Siempre que aceptemos las experiencias que nos hieren, ofrecemos al corazón un baño de amor. Es la única opción real para rectificar el dolor emocional. El perdón, junto con la liberación de la ira y de la aflicción, libera al corazón para que sienta el amor en su estado natural. El perdón es una forma de amor por uno mismo en la que liberamos al corazón del dolor para amar otra vez. 

Cuando comenzamos por perdonarnos a nosotros mismos comprendemos que siempre hemos hecho lo mejor que hemos podido ante cualquier situación. Aceptarse a sí mismos fortalece el corazón. El amor por la vida nos alimenta y nos cura. Desarrollar un corazón fuerte y flexible es una necesidad emocional y energética. Como el corazón es el centro del sistema energético humano, puede resultar muy afectado cuando se reprimen las emociones o cuando no se expresan abiertamente. 

Cuando nuestro chakra se halla equilibrado, nuestra mera presencia irradia amor y júbilo. Ese amor es la esencia de la verdadera sanación. Constantemente nos movemos para acercarnos o alejarnos del amor. Aceptar nuestra necesidad de amar y ser amados es signo de madurez e integridad. Alguien que ama autenticamente tiene la capacidad de amarse a sí mismos incondicionalmente. Como no necesita que las otras personas lo mantengan a flote, abre libremente su corazón y comparte con los demás la aceptación de sí mismo. Estos individuos generosos y libres de espíritu, se ofrecen sinceramente a los demás, porque saben que el núcleo de su Ser está seguro. Al estar en contacto con sus emociones, enfocan con espíritu más ligero sus relaciones, con la seguridad de que el perdón y la compasión están a su disposición, internamente, en cualquier momento. Contrario a esto, hay quienes enmascaran las heridas personales bajo el nombre del amor, una experiencia muy distinta de la de amar verdaderamente. Ese camino es el de una actividad teórica y cerebral, si poner corazón y alma en una relación.

El corazón puede cerrarse debido al miedo, la duda y la desconfianza. Cuando un viejo bagaje emocional está bloqueando el corazón, distorsiona la energía pura del amor inocente y asume la forma de la deshonestidad, la malevolencia y la negatividad proyectada hacia los demás. El corazón flaquea y se quiebra bajo el peso de estos sentimientos y se cansa de llevar esta carga.