Chakra Tercer Ojo
o Ajna
Su nombre en sánscrito significa "Percibir", "Conocer". Ello nos da una idea de la doble naturaleza de este centro: recibir imágenes por la percepción, pero también formar imágenes a través de las cuales nos adueñamos de la realidad, en el proceso llamado comúnmente de visualización creativa. Los órganos asociados son los ojos y la glándula es la pineal. El elemento correspondiente es la luz.
Está asociado, pero no identificado con el tercer ojo, el órgano etérico de la percepción parapsíquica que flota entre los ojos del cuerpo físico. Podríamos considerar al tercer ojo como el instrumento psíquico del sexto chakra, al igual que los ojos físicos son instrumento de la percepción para el cerebro.
El chakra del entrecejo está compuesto por la objetividad, la inteligencia consciente, los pensamientos sintéticos y analíticos, la memoria, la capacidad de aprender (lo que denominamos educación) y la habilidad para conocer lo que hemos aprendido (lo que llamamos sabiduría). El discernimiento, la imaginación y la intuición también son aspectos importantes de este centro.
Conocer que quieren decir las cosas es una de las funciones de este chakra. Ayuda a discernir qué es lo positivo que han aportado ciertas personas o lugares. Revela lo que ha sido útil y lo que ha creado lucha, falta de armonía y sufrimiento. Enseña la verdadera naturaleza de la realidad. Si estamos felices y abiertos a las cosas buenas de la vida, somos capaces de crear más cosas buenas para disfrutar de ellas. Si estamos convencidos de que dichas cosas llegarán a nuestra vida, generalmente lo hacen. Por el contrario, si somos negativos, escépticos y estamos asustados, las experiencias en la vida estarán teñidas de esas vivencias.
Sensible al pensamiento y a las emociones, actúa elevando el ánimo. Evalúa los encuentros y las vivencias como positivas o negativas, ilumina las experiencias y ofrece paz interior y armonía cuando se vive en consonancia con los principios universales. Este centro tiene la capacidad de controlar las respuestas ante las situaciones con el fin de que nos expandamos para aceptar la realidad o que, por el contrario, nos apartemos de ella.
Es el lugar donde somos capaces de mirar en lo profundo de la propia naturaleza para evaluar las elecciones. Cuando dudamos de nosotros mismos o estamos en conflicto con el conocimiento interior y las acciones externas, el centro se cierra, la capacidad de juicio resulta afectada y se toman decisiones basadas en razones equivocadas. Este centro hace todo lo posible por ayudar al cuerpo a que afronte los cambios, estimula las hormonas que lo mantienen en forma y lo preparan para el cambio. Se aborda el cambio desde un punto de vista diferente. El cambio no produce miedo, sino transformación.
Se puede utilizar el ojo interior para evaluar y discernir si las cosas son adecuadas para que ayuden a formular lo que se desea. El cambio ofrece nuevas experiencias, nuevas personas y a veces incluso nuevos lugares. Nos ofrece los instrumentos de sabiduría, conocimiento, discernimiento, imaginación e intuición. La forma en que se emplean dichos instrumentos depende de lo responsable que se sea de los actos. Se tiene la capacidad de transformar a niveles profundos y maravillosos. La elección es nuestra.
Las manifestaciones del chakra sexto son como la representación misma de los dos hemisferios cerebrales. Por un lado, la parte de la razón que se atiene a lo que dicta la lógica y, por el otro, el lado creativo que nos impulsa a adoptar posturas o acciones totalmente nuevas que permiten ir más allá.
El aspecto funcional de este chakra es el intuitivo, lo que no solo se refiere a las personas que utilizan sus poderes en un sentido profesional, sino a todo aquel que confía en que las respuestas a los desafíos de la vida estén en su interior. Una vez despiertos a la necesidad de escuchar, desarrollando el chakra de la garganta, los intuitivos escuchan en su interior. Reconocen que la sabiduría del chakra del tercer ojo es como un susurro que no puede ser oído a menos que se aquiete el ruido de la vida cotidiana. Por eso se reconoce la necesidad de la meditación y la contemplación, con el objeto de que brillen su creatividad e intuición. Esta forma de pensar está dirigida hacia el interior y se puede evaluar mediante una escala objetiva para reflejar el crecimiento y la sanación. Este modo de pensar no es analítico, sino más bien simbólico e imaginable. Tras haber afinado las habilidades, los intuitivos suelen convertirse en artistas excepcionales, en sanadores y terapeutas. Conocen la diferencia entre teoría y práctica: que el individuo realmente dotado no es aquel que vive "como los libros", sino quien confía que su instinto le proporciona percepciones únicas.
El aspecto disfuncional es el racionalista, que permite el predominio del hemisferio cerebral izquierdo, usualmente por el miedo y la inseguridad que siente ante la idea de desmantelar el mundo seguro en el que ha crecido y se ha limitado. En realidad, los racionalistas no son simplemente personas que adoptan una idea "científica" con respecto a todo. Este grupo también incluye a los controladores y a los perfeccionistas, los que no pueden aceptar los fallos humanos de los demás y son igualmente duros consigo mismos. Temerosos de conocer cosas que prefieren ignorar, no están dispuestos a mirar en su interior. Hay quienes pasan de una experiencia a otra sin detenerse a reflexionar y nunca accederán a la sabiduría. Repetirán las mismas equivocaciones una y otra vez sin comprender lo que les ha sucedido. La resistencia al cambio hace que las personas desgasten su energía vital, mermen su voluntad y envejezcan y se agoten antes de tiempo. No saben apartarse de las cosas que les quitan su energía. No han desarrollado la discriminación, ni la habilidad para saber si algo es bueno o malo para ellas. Al haber elegido no confiar en sus sentimientos, sus intuiciones y sabiduría interior, quizás porque fueron ridiculizados en su infancia, el racionalista se obliga a mantener una serie de normas que cada vez le aíslan y limitan más.